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Con homenaje virtual, UNAM da último adiós a Mario Molina

Profesores e investigadores de la UNAM rindieron homenaje al Premio Nobel de Química 1995, considerado como el científico mexicano más universal.

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Profesores e investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dieron este lunes un último adiós a Mario Molina Pasquel y Henríquez, considerado como el científico mexicano más universal, quien falleció el pasado miércoles 7 de octubre a los 77 años de edad.

Mario Molina es ya un mexicano universal y un universitario eterno; fruto de una raza y espíritu indomable que superó las dificultades que encontró a su paso”, afirmó el rector Enrique Graue Wiechers, al encabezar el homenaje que la Universidad realizó en recuerdo del Premio Nobel de Química 1995.

“De vivir sin protagonismos, pero con firmeza; de luchar con tesón y perseverancia por metas por más que parecieran ser inalcanzables; y de poseer esa sencillez que solo la dan la sabiduría y la fuerza emocional.  Ese es el Mario Molina que se queda para siempre en las páginas de la Universidad Nacional Autónoma de México”, subrayó el rector.

En el homenaje participó el hermano del científico, Luis Molina, jefe de la Unidad de Electrofisiología Cardiaca de la Facultad de Medicina de la UNAM, quien a nombre de la familia del Nobel agradeció a la máxima casa de estudios el homenaje a su hermano; dijo que él “nos ha dejado en el pináculo de su vida y su carrera, muy tristes, en la orfandad de su legado, pero muy orgullosos”.

Compañeros y amigos de Molina recordaron anécdotas del científico y repasaron su larga carrera, desde la investigación sobre la capa de ozono que le valió el Premio Nobel de Química 1995 hasta su activismo para frenar la crisis climática, su lucha por la calidad del aire de las ciudades y su reciente defensa del cubrebocas contra la pandemia de Covid-19.

Graue recordó que “hoy hace 25 años y un día nos enteramos, con inmensa satisfacción, que un mexicano, un hijo de la UNAM había sido galardonado con el Premio Nobel en Química; el primero en las disciplinas científicas de los tres Nobel con los que cuenta la Universidad y la nación”, indicó.

“El doctor Mario Molina es un claro ejemplo de la fuerza y vitalidad de la ciencia mexicana y de la capacidad que tiene la Universidad Nacional para formar ciudadanos íntegros y comprometidos con la ciencia y con su impacto en la globalidad”, destacó el rector.

Asimismo, subrayó que la UNAM fue su origen y destino final; aquí se formó y siempre se ufanó de ello. Sus logros y repercusiones, agregó, nos abrieron los ojos para que como humanidad pusiéramos atención en el daño que le provocamos y que le estamos provocando al planeta”, expresó Enrique Graue.

“Sus tesis, y las de sus colegas, abrieron el camino para que podamos contener la tragedia que sería acabar con nuestra biodiversidad y con las formas de convivencia humana. Su legado nos compromete a perseverar en ello”, puntualizó.

Molina y el científico estadounidense Frank Sherwood (1927-2012) previeron en 1974 que la emisión de gases clorofluorocarbonos (CFC), usados en refrigeradores y aerosoles, provocaría un agujero en la capa de ozono facilitando la filtración de rayos ultravioleta a la Tierra con graves efectos en los ecosistemas.

“Sus descubrimientos sobre la degradación del ozono permitieron adelantarse a un problema global de la más alta importancia para la vida en el planeta”, expresó en el homenaje la reconocida bióloga Julia Carabias.

Gracias a su descubrimiento, se logró un consenso internacional para la adopción del Protocolo de Montreal de 1987, que prohibió el uso de gases CFC logrando estabilizar los niveles de ozono, que siguen recuperándose al día de hoy.

“Esto fue una muestra de que es posible que diversas sociedades logren acuerdos de fin común. Mario estaba convencido de la grandeza de la humanidad”, expresó con la voz entrecortada la directora del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM, Telma Gloria Castro.

Tras el Protocolo de Montreal, Molina se convirtió en toda una autoridad sobre el medioambiente y recorrió el mundo haciendo pedagogía sobre la crisis climática, rebatiendo con argumentos científicos a los negacionistas del cambio climático.

“Mario Molina nos demostró que la causa del deterioro ambiental está en nuestras manos”, agregó Castro.

Por su parte, Carabias destacó que el científico siempre buscó crear “una conciencia generalizada de manera sencilla” sobre la crisis climática e influyó en los Acuerdos de París de 2016 y en la Agenda 2030 de la ONU.

Pero también hubo espacio para hablar de la faceta más personal de Molina, quien recibió más de 30 doctorados honoris causa y fue asesor del Presidente estadounidense Barack Obama (2009-2017).

El también exrector de la UNAM, José Sarukhán Kermez, refirió que Molina tuvo una cualidad: tratar de inducir que los resultados de su investigación tuvieran un efecto claro y definido para el bienestar social. Esto lo debemos recordar de modo permanente porque, fundamentalmente, la ciencia que se produce en las instituciones y universidades públicas es la que se convierte en un bien social.

El coordinador nacional de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad añadió que el homenajeado fue un científico preocupado por el efecto que decenas de miles de productos químicos tienen sobre el ambiente. La suya no era una batalla fácil de ganar: tuvo que convencer a los sectores público, político, de la industria privada, lo cual resultó en un beneficio para todo el mundo, para el planeta entero.

El exrector de la UNAM, Francisco Barnés de Castro, consideró que además de su inteligencia, el premio Nobel de Química 1995 se caracterizó por su gran modestia y enorme generosidad, incluso después de la distinción siguió siendo el mismo que todos nosotros conocimos.

Recordó que Molina donó una tercera parte de su estímulo económico obtenido por esa distinción para apoyar el desarrollo de estudiantes y académicos en México y Estados Unidos.

Contó entre risas que Molina fue “un genio muy precoz” y que en su familia todavía se comentan “las consecuencias desastrosas de varios fallidos experimentos” que hacía en el baño de su casa cuando era un niño.

Mientras que el profesor de química Eduardo Bárcena resumió unos atributos con los que todos coincidieron: “Me marcó que con su gran nivel cultural, intelectual y enorme fuerza moral, siempre mostraba sencillez y cordialidad”.

El secretario general de la UNAM, Leonardo Lomelí Vanegas, quien dirigió el homenaje en recuerdo de uno de los universitarios más ilustres y solicitara el minuto de silencio, dijo que nuestra Universidad, nuestro país y el mundo perdieron a un investigador excepcional, quien con su trabajo demostró la trascendencia de la ciencia.

La UNAM tenía previsto llevar a cabo este día un evento virtual para conmemorar los 25 años de la entrega del Premio Nobel de Química a Molina, sin embargo el acto se convirtió en un homenaje póstumo tras el repentino fallecimiento del científico a causa de un infarto.

Cabe señalar que, el rector Graue anunció que esta casa de estudios propondrá al Senado de la República le conceda la máxima presea de la nación: la Medalla Belisario Domínguez, a quien es ejemplo de esfuerzo, dedicación y constancia, del interés y compromiso por la naturaleza y por la humanidad.
El doctor Mario Molina impartió clases en la UNAM, en la facultad de Química de su alma mater, la cual fue bautizada con su nombre.

Con información de la UNAM

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