El Espejo de Eugenia

El Espejo de Eugenia: Alejandra Jáidar

El interés por comunicar e informar de Alejandra Jáidar debe originarse en la epifanía de Arquímedes de Siracusa y su célebre grito ¡Eureka¡, lo descubrí.

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Por Galo Mora Witt

A simple vista parecería que las artes, en su dimensión múltiple, no han sido felices compañeras de ruta de la ciencia, por ser esta, en su vasto universo, refractaria a la imaginación y enemiga de la superstición, aunque, uno de las mayores eminencias de la ciencia de México, el doctor Alberto Barajas, en aparente invocación al matemático Gauss, decía:  Señores poetas y novelistas, no crean que tienen el monopolio de la imaginación. Entre todos ustedes no han inventado nunca una cosa tan fantástica como la línea recta.

En tiempos colegiales, cuando había que elegir una especialización, una clasificación de expresa marginación y desdén se elevaba como proclama: los buenos estudiantes pasarán a Físico-Matemáticas, los vagos a Sociales y Humanidades.  Ese maniqueísmo, no obstante, es lejano a la realidad.

Newton, Copérnico, Galileo, Darwin, por citar a algunos de los que le abrieron los ojos al mundo, fueron seducidos por la literatura. En el Renacimiento, Leonardo Da Vinci era, por sí mismo, portador de las ciencias y las artes, símbolo del ser humano creador e inventor. Entre los contemporáneos no se puede olvidar a Arthur C. Clark, Ernesto Sábato, Isaac Asimov, entre muchos otros. Einstein, por su parte, tenía tal admiración por las artes y la literatura que cultivó grata amistad con Max Brod, el famoso amigo y albacea de Kafka. Un testimonio valida la devoción de Einstein por la literatura. En carta a George Bernard Shaw, expresó:

Usted, señor Shaw, se ha ganado la admiración y el afecto de los hombres tomando un camino imposible de seguir para muchos. No sólo ha predicado la moral a la humanidad, se ha burlado de tantas cosas que parecían intocables. Lo que usted ha hecho sólo puede hacerlo un artista…Gracias a ello ha conseguido librar a la existencia de un poco de su pesadez.

Es célebre el encuentro de Einstein con Chaplin en 1931, entrevista que ha quedado marcada por la apología y el sarcasmo. El sabio alemán le dijo: Lo que más admiro de tu arte es su universalidad. No dices una palabra y todo el mundo te entiende, a lo que el genio del séptimo arte ripostó: Tu caso es más deslumbrante: Todo el mundo te admira y nadie te entiende.

En ese mundo de números, cifras, ecuaciones, fórmulas y leyes, destacó, como partera de la Física del siglo XX, la polaca Marie Curie, única en obtener los premios Nobel de Física y Química. Cabe recordar que Chaplin y Einstein proclamaron su adhesión al socialismo, mientras Curie era comunista. Es posible que haya sido Madame Curie la que mayor influencia ejerció en la mexicana Alejandra Jáidar, a quien dedicamos este espacio.

Nacida en Veracruz el 22 de marzo de 1938, hija del descendiente libanés  José Jáidar y la jalapeña Guadalupe Matalobos, ingresó a la UNAM a los diecisiete años y en 1961 fue la primera graduada en Física con una tesis de claridad meridiana: Determinación de las energías de excitación de los núcleos ligeros y los primeros intermedios a través de reacciones (d, p) y (d, alfa). Reclamó que haya sido en su titulación consignada como físico y no física, lo que presta fe de su feminismo altivo. Quizá el apellido de su madre, Matalobos, la impulsaba a enfrentarse con supremacistas varones que consideraban a la ciencia como patrimonio patriarcal.

En sus exámenes sobre Física Nuclear, consideraba que el tema, por lo tortuoso e incomprensible para los comunes, se había convertido en claustro de egoístas, de ahí que propugnara siempre la socialización de las ciencias como herramienta para abrir el conocimiento para la sociedad entera.

El interés por comunicar e informar de Alejandra debe originarse en la epifanía de Arquímedes de Siracusa y su célebre grito ¡Eureka¡, lo descubrí.  Sin la socialización, los hallazgos se encierran entre iniciados, con  el agravante de la infamia capitalista que guarda para sí descubrimientos con el único propósito del lucro, a costa de la candidez, ignorancia o analfabetismo de millones. Esa vocación divulgadora convirtió a Alejandra en entrevistadora, y uno de los diálogos que debería ser motivo prioritario de lectura en el país, es su encuentro con el anteriormente citado Alberto Barajas. Es encomiable aquella tertulia polémica, por el cruce de ideas, las desavenencias y acuerdos, las premisas y ripostas. Cabe un ejemplo de ese ping-pong entre una física (AJ) y un matemático (AB), cada uno con su obstinación y pasión:

AJ: ¿Qué no está usted de acuerdo con su admirado Descartes? Recuerdo las palabras rebosantes de confianza que aparecen en su Discurso del Método: “Las largas cadenas de razones, todas sencillas y fáciles, de que acostumbran los geómetras a servirse para llegar a sus más difíciles demostraciones, me habrían dado ocasión para imaginarme que todas las cosas que puedan caer bajo el conocimiento de los hombres se siguen las unas a las otras de esta misma manera, y que sólo con cuidar de no recibir como verdadera ninguna que no lo sea y de guardar siempre el orden en que es preciso deducirlas unas de otras, no puede haber ninguna tan remota a la que no sea posible a la postre, llegar a ella, no tan oculta que no se la pueda descubrir”.

AB: Las palabras de Descartes, que usted me recordaba, confirman mi opinión de que hasta ahora la razón humana sólo ha demostrado su tremendo poder…, ¡haciendo geometría!

AJ: Protesto.
AB: ¿Usted es física? Bien incluya a la física.

AJ: Y la astronomía, y a la química, y a la… biología.

AB: Alejandra, no deseo discutir con usted, simplemente platicar, no quiero convencer a nadie. Soy muy poco catequizador. Usted está en su perfecto derecho de vivir en el error.

AJ: ¿Siempre se vuelve uno tan intransigente cuando envejece?

AB: Ve uno con más claridad cuando envejece. [1]

La vejez no sorprendió a Alejandra Jaidar dormida sobre un montón de laureles. En edad madura se dedicó a exaltar la tarea científica de mujeres mexicanas casi ignoradas por academias y el canon tradicional; a publicar La Ciencia desde México, convertida por el FCE en Ciencia para todos, para hacer viable la comprensión de fenómenos e innovaciones; a luchar contra la discriminación de las mujeres, al punto de salir de su laboratorio e instalarse en las sesiones de la Cámara de Diputados cuando se discutían temas que afectaban fundamentalmente a las mujeres mexicanas.

El 22 de septiembre de 1988, Alejandra cerró sus ojos para siempre en Ciudad de México. El físico Rubén Gerardo Barrera y Pérez, al rendirle homenaje, nos acercó a la naturaleza solidaria de esa mujer que exhortaba a los científicos a escribir con un nivel que permita la comprensión general, a trasvasar los resultados de la investigación a la sociedad, y a no utilizar metalenguajes de imposible accesibilidad para la mayoría:

Para ella “cultivar la ciencia en la soledad y el aislamiento de una pequeña comunidad era una acción demasiado egoísta. Una acción que en última instancia proporcionaba satisfacciones que sólo servían para cultivar la vanidad personal y alimentar la soberbia del intelecto”. Para ella: “la ciencia debía llegar a todos los sectores de la población” … [2]

No obstante la lógica resistencia de la ciencia y la academia a utilizar palabras de otros o tributos a otras, cabe aquí un fragmento del poema que Irma La Croix dedicara a Marie Curie, que bien puede cantarse a Alejandra Jáidar:

Si alguna vez se apaga
tu lámpara de fe,
y sientes un gran frío
sobre tu corazón,
si escuchas a la gente
que desmiente el amor
y en una trampa ciega
se cierra tu razón.
Dirige tu mirada
hacia una estrella azul
que ha dejado encendida
un nombre de mujer.


[1] Jáidar, Alejandra. 1992. La investigación matemática: entrevista a Alberto Barajas. Ciencias, núm. 27, julio-septiembre, pp. 3-10

[2] María de la Paz Ramos Lara; Alejandra Jáidar y su contribución a la divulgación científica; Disponible en: https://www.revistaciencia.amc.edu.mx/images/revista/59_4/PDF/11-Jaidar.pdf

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