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EL ESPEJO DE EUGENIA. Brasil: Lula, Bolsonaro, y otras confrontaciones 

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Las pasadas elecciones de la primera vuelta en Brasil, además de confirmar el fracaso estrepitoso de todas las encuestas, develaron un nivel de confrontación agudo, de pasiones desbordadas, rencores rumiados expuestos con frenesí, delitos de odio encubiertos por declaraciones rimbombantes.  

La apología al periodo de la dictadura militar por parte de Bolsonaro y las acusaciones de Lula a la oligarquía brasileña por su pasado y presente de connivencia con el fascismo, coparon el escenario electoral, no obstante, la controversia y polémica inundó otros espacios, aparentemente no muy proclives a este tipo de manifestaciones, como el caso del futbol.

Considerando que es el pueblo más fanático del planeta, a comentaristas, locutores y naturalmente hinchadas y feligreses les apasiona la confrontación, de ahí que a lo largo de décadas haya sido promocionada, influenciada y exacerbada la disputa entre Flamengo y Fluminense en el clásico carioca; el derby paulista, entre Corinthians y Palmeiras; el mineiro, entre Atlético y Cruzeiro y el partido de la saudade entre Santos y Palmeiras. Pero la política, con sus fantasmagorías, sortilegios, encantos y distopías también bajó a la cancha. Neymar Jr, un crack del presente y segundo goleador histórico de la canarinha tras de Pelé, alborotó a la prensa, las redes y las charlas de barrio al expresar su decidido apoyo a Bolsonaro. Vino enseguida la réplica a través de un gran jugador de décadas pasadas, Juninho Pernambucano que manifestó airado: la posición de Neymar Jr. es incomprensible. Nosotros venimos de abajo, representamos a la gente humilde. ¿Cómo es posible que haya olvidado sus raíces?

Es evidente que Neymar Jr. no tiene nada de platónico en ese romance con la derecha fascista. Son, seguramente, intereses económicos, ya que no faltó quien sugiriera que su familia había sido beneficiada por la derecha brasileña con algún tipo de recompensa, aunque, dada la millonada que gana el ariete, quizá no era un trato o convenio meramente comercial. Y cabe invocar lo platónico en contraste con lo socrático, en referencia, claro está, a Sócrates, el extraordinario mediocampista de los años ochenta del siglo pasado, fino jugador, médico de profesión, que cuando aceptó un contrato con la Fiorentina de Italia declaró que no lo hacía para ganar más dinero, sino que su interés se centraba en aprender italiano para poder leer y comprender a Antonio Gramsci en su idioma original. 

De la cancha hay un paso a los escenarios, y en la música popular brasileña, sin que se haya dado expresamente un debate, encontramos también posiciones antagónicas. La inmensa mayoría de cantores y creadores brasileños, con Chico Buarque a la cabeza, manifestaron no solo su firma de respaldo a Lula, sino un apoyo incondicional, de ahí la presencia de Gal Costa y el propio Chico en las tarimas junto a Lula. Como contraparte, una constatación penosa y dramática. Uno de los cantores más vanguardistas, que enfrentó con valentía a la Junta Militar, razón por la cual se convirtió en su objetivo y debió purgar años de prisión y tortura, elevó altisonante su voz para desafiar a su propia conciencia al solicitar el apoyo para Bolsonaro. Se trata de Geraldo Vandré, quien nos había cautivado con aquella oración:

Caminando y cantando
una misma canción
somos todos iguales
si decimos que no
las escuelas, las calles
inmensa legión
caminando y cantando
una misma canción.

Ven, vamos ahora que esperar no es saber
ha llegado la hora y no hay tiempo que perder

Si te sientes perdido
empuñando un fusil
si matar no es preciso
para sobrevivir
hay lecciones que enseñan
la vieja canción
de morir por la patria
y vivir sin razón.

En medio de la campaña y durante uno de sus conciertos, Vandré, ahora convertido en punta de lanza de las huestes fascistas, exigió que todos aquellos que se creen o se dicen izquierdistas abandonasen el teatro porque no podía cantar para comunistas ni disociadores. Ante semejante transformación consulté a una querida amiga de Porto Alegre las razones de su apostasía. Me confesó, con inmensa pena, que Vandré fue torturado hasta el delirio, que llegaron casi hasta la lobotomía y que ese que ahora anda con su nombre y sus canciones es apenas un fantasma, un holograma de aquel luchador de los setenta.

Fueron generosas sus palabras, pero siento que en el fondo la metamorfosis de Vandré no es lejana ni distante a la de otros antiguos compañeros que claudicaron y rompieron moral y sacrificio, porque las tentaciones y vanidades logran doblegar a quienes, en el fondo, tenían hambre atrasada y el voraz apetito los llevó a abandonar sus antiguos sueños y compromisos. En el caso de Vandré pasó de mester de juglaría a vocero de los capataces que esclavizan a los siervos de la gleba.

En los años sesenta el renegado yugoeslavo Milován Djilas dijo que las confrontaciones del futuro serían entre comunistas y ex comunistas. Lo de Vandré es solo una prueba, dramática y dolorosa, de esa mutación. El transfuguismo ha sido y es una de las manifestaciones más perversas de inmoralidad política. Por fortuna, sentado a la izquierda de Lula está Chico Buarque, siempre grande, talentoso, comprometido, vital, creador. Puede ser que en medio de todo también haya aparecido esa ninfa perversa e innombrable que es la envidia.

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