Cultura

EL ESPEJO DE EUGENIA: Catrina y garbanzo

Llamada originalmente muerte garbancera, en alusión a los vendedores de garbanzo que negaban y renegaban de sus raíces indígenas, Posada ilustró a la calavera dentro de su universo de crítica al clasismo de la sociedad mexicana

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La diferencia entre necro historia y memoria viva puede sintetizarse en la tesis planteada por el francés Pierre Nora, al subrayar en esta última tres sentidos: material, simbólico y funcional. Signada por la contradicción entre el recuerdo y la amnesia, la memoria evoluciona, se adapta a circunstancias, teje afectos, recapitula episodios, oculta vergüenzas.

Exhumar para rememorar la fe o inhumar para sellar el olvido serían los antagonismos, pero en nuestro país, donde cohabitan una muerte presente y una vida etérea, los obituarios son registro de la ausencia, mientras las efemérides son una especie de reconciliación con la justicia, y, en ciertos casos, actas del remordimiento.

Al invocar fechas de natalicios o fallecimientos en el primer mes del año, apareció el nombre de José Guadalupe Posada, muerto el 20 de enero de 1913 en Ciudad de México. Al artista hidrocálido le debemos la imagen del esqueleto que coquetea y seduce. No es una aparecida cualquiera ni argumento para el regreso de los muertos vivientes, fue la propuesta estética que develó en la plástica las diferencias sociales más allá de la vida terrenal.

Llamada originalmente muerte garbancera, en alusión a los vendedores de garbanzo que negaban y renegaban de sus raíces indígenas, Posada ilustró a la calavera dentro de su universo de crítica al clasismo de la sociedad mexicana. Años después, Diego Rivera instaló a la catrina, versión femenina del insulso y presumido catrín, en el centro de su obra Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, ataviada con traje europeo y plumaje de avestruz, distante a las perecidas sin etiqueta. Ambos artistas fueron calificados por las élites como instrumentos de la lucha de clases, porque para los poderosos, desde tiempos faraónicos, es indispensable diferenciar a los muertos comunes de los rimbombantes.

Posada hizo frente a las críticas con una sentencia despiadada: La muerte es democrática, ya que, al fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera. Las armas de los plebeyos frente a la ignominia de la inequidad son la ironía y el sarcasmo, certeras vendettas que los dominantes no alcanzan a comprender, por su propia confusión al creerse güeros cuando en realidad son hueros. No es solo una letra de diferencia. Federico Barreto y Rafael Otero López, creadores peruanos del vals Ódiame, popularizado por Los Panchos y Julio Jaramillo, escribieron:

Qué vale más, yo humilde, tú orgullosa,

No vale más tu débil hermosura.

Piensa que en el fondo de la fosa

llevaremos la misma vestidura.

El México de hoy, democrático y plural, celebra la vida de quienes llegaron o partieron en enero, entre ellos, Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, Mariano Azuela, Juan Rulfo, Francisco González Bocanegra, Andrés Henestrosa, Salvador Novo, Agustín Yáñez, Juan O’ Gorman, Fanny Anitúa Yáñez, Juventino Rosas, Matilde Montoya Lafragua, Julián Carrillo.

El mayor ceremonial, sin aspavientos ni solemnidades, es conocer y reconocer su obra, memoria simbólica, funcional y afectiva del pueblo mexicano.En el registro de ilustres difuntos, no consta ningún oligarca, feudal o miserable explotador. Posada tenía razón: la muerte es democrática.

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